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Entrevista: "Muchas universidades van a empezar a concebirse a sí mismas como plataformas"


Tomado de: https://lasillavacia.com/



Si algo ha trastocado la pandemia es la educación superior. De un día para otro, las universidades se volvieron virtuales, acelerando tendencias que ya venían de atrás y que le cambiarán la cara.


Como parte de nuestra serie del podcast El Futuro del Futuro, patrocinado por Sura, entrevistamos a Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes*, sobre cómo serán las universidades en diez años.


Gaviria fue decano de economía de los Andes, ministro de Salud durante el gobierno de Santos y autor de varios libros. El último, “Otro fin del mundo es posible”, fue recientemente publicado. Pero esta entrevista, editada para mayor claridad, gira exclusivamente sobre la universidad del futuro, que a juzgar por lo que dijo, sufrirá una profunda metamorfosis.


La Silla Vacía: Durante esta pandemia, la universidad se ha vuelto otra cosa. ¿Llegó este cambio para quedarse? Alejandro Gaviria: Lo que hizo la pandemia fue acelerar un conjunto de tendencias que ya venían de atrás, revoluciones que estaban ocurriendo, y que se van a acelerar ahora en la educación superior. Las tecnologías de la información y la generalización de la virtualidad van a llevar a tres cosas: una, es a la globalización de las audiencias. Dos, muchas universidades van a empezar a concebirse a sí mismas como plataformas. Y tres, los cambios que tienen que ver con inteligencia artificial van a acelerar lo que llaman de manera un poco retórica la educación ‘robot-proof’.

L.S.V.: Comencemos con lo de la globalización de las audiencias. A.G.: Probablemente tendremos universidades de todas partes del mundo compitiendo en nuestro país. Van a entrar nuevos actores, esto que se llama ahora e-tech, o sea Google, se va a meter en el negocio de la educación.

L.S.V.: ¿Cómo competiría Google? A.G.: Yo creo que van a competir tanto en educación de postgrado como pregrado. Van a decir que en 6 meses, 12 meses, 18 meses a lo máximo, pueden hacer un entrenamiento similar al que hace una universidad en determinadas áreas del saber, por ejemplo, en programación. Yo no creo que vaya a ser definitivo en todos los programas, pero en algunos va a ser muy importante.

L.S.V.: Pero la competencia iría más allá de Google. A.G.: Yo veo, por lo menos en el corto plazo, no solo a Google, sino incluso a universidades como Harvard, MIT, viniendo a competir aquí. Esa competencia en las fases iniciales seguramente va a estar concentrada en posgrado, no pregrado, donde nosotros seguiremos manteniendo una gran ventaja comparativa.

Pero en posgrados, creo que hay una revolución en ciernes muy, muy rápido, con la entrada de nuevos actores, también de otras universidades. ¿Dónde se va a enfocar cada una? Todavía es una pregunta abierta, pero que vamos a tener una competencia, no me cabe ninguna duda.

L.S.V.: Dado que la barrera de entrada ya ni siquiera va a ser el idioma, por lo fácil que es tener traducción simultánea en Zoom ¿cuál será la ventaja competitiva de las universidades colombianas? A.G.: La Universidad de los Andes firmó un convenio con Coursera, una de estas plataformas, para dar unos cursos de analítica de datos e ingeniería de software. Los vamos a presentar como una maestría ciento por ciento virtual, pero después viene la palabra clave: en español.

Nosotros podemos competir porque vamos a enseñar cursos de la misma calidad que esas otras universidades, pero en español. Creo que allí hay un tema importante. Lo segundo, creo que en muchas áreas el conocimiento local sigue siendo fundamental. Vamos a tener que decir que la Universidad de los Andes está ubicada en el sur global, que tiene una mirada de la realidad que no es la misma de una universidad americana. Creo que allí también hay una ventaja comparativa.

Nosotros vamos a tener un enfoque latinoamericano. A pesar de que no hay una ciencia latinoamericana sí hay algunos problemas de la región, sí hay una forma de resolverlos, sí hay ciertos tipos de restricciones que nosotros enfrentamos, que nos enfrentan a otros países, y eso también nos va a dar una ventaja.

L.S.V.: ¿Entonces esto obligará a muchas universidades a repensar qué tan local o qué tan latinoamericanas se vuelven? A.G.: Sí, nosotros queremos tener un currículo, que no sea solamente colombiano; que podamos decir en América Latina “mire, esta universidad está ubicada entre las 10 mejores de América Latina, es una universidad que en muchas dimensiones puede competir perfectamente con sus profesores, por ejemplo, con universidades americanas”. Y podemos hacerlo con una visión de nuestra región.

Incluso, una conversación muy interesante que hemos tenido con la Católica de Chile y con el Tec de Monterrey es sobre crear una maestría de Estudios Latinoamericanos. No tiene ningún sentido que las mejores maestrías de Estudios Latinoamericanos estén, por ejemplo, en la Universidad de Stanford. Tendrían que estar en América Latina. Entonces ahí también podríamos, en algunas áreas, empezar a atraer estudiantes no solamente de nuestra región, sino de otras regiones del mundo, Europa e incluso Estados Unidos, que tengan un interés en Latinoamérica.

Latinoamérica es una región interesante porque esta va a ser la década de la sostenibilidad, de la biodiversidad. A pesar de que en materia económica no es una potencia y el epicentro de la economía global se está moviendo hacia otro lado, en muchas áreas del conocimiento, vamos a ser relevantes.

L.S.V.: Esto implica también un reto grande para las universidades regionales, que tendrán que competir con las de Bogotá si los estudiantes pueden graduarse de ellas sin incurrir en el costo de cambiar de ciudad. A.G.: Va a ser un reto muy grande. Sobre todo, en programas de posgrado para estas universidades. Te lo pongo de esta manera: los profesores de planta de la Universidad de los Andes son poco más de 800 profesores con doctorado. Esos profesores representan un porcentaje muy importante del capital humano especializado en nuestro país, mucho más de lo que representan, por ejemplo, Harvard y MIT para los Estados Unidos.

Esos profesores hoy en día le llegan a un número de estudiantes colombianos que es relativamente pequeño, y lo que va a pasar es que vamos a poder llegarle con esos profesores, a través de la virtualidad, a una persona en Neiva que no podría venir a Bogotá, a una persona que está en Barranquilla, a una persona que está en Valledupar. Eso va a representar para el país, y para nosotros, un beneficio. Pero como tú bien dices, es un reto para las universidades regionales, y seguramente va a haber una reconfiguración: cada universidad se irá enfocando en lo que corresponde. No todas sobrevivirán, probablemente.

L.S.V.: Cuando dice que muchas universidades se van a volver plataformas, ¿Significa eso que va a haber como una especie de “Spotify de la educación”? A.G.: Muchas universidades no van a operar por programas completos, sino con cursos que los estudiantes pueden tomar en diferentes plataformas y después tratar de homologar. Eso convierte a las universidades en otra cosa. Supongamos que tú eres un estudiante de economía, y estás en cuarto, quinto semestre y vas a tomar teoría de juegos. Tú puedes entrar y decir “bueno, dónde puedo yo ver teoría de juegos”, y vas a tener unas 100, 150, 200 opciones en todo el mundo, entre ellas las universidades colombianas. Entonces tú puedes decir la tomo en Cornell porque me gusta el libro del profesor que lo dicta. Y tomas teoría de juegos allá y vienes a la universidad colombiana donde estés, y dices: “yo quiero que me homologuen este curso”. Esa micro acreditación me produce un poquito de desazón, pero sí hay un escenario donde esto va a empezar a pasar con mayor asiduidad.

L.S.V.: ¿Por qué le produce desazón? A.G.: Una universidad tiene que ser algo más. Una universidad también es la guardiana de una tradición; es un espacio de encuentro, donde esas interacciones informales que ocurren, esas cosas que pasan por fuera del aula de clases, constituyen una experiencia, un escenario de autodescubrimiento.

Es un tema donde básicamente uno comienza a formarse un criterio de lo que es. Y eso todo va a ser muy difícil, simplemente si somos una plataforma donde uno se mete y ve una clase, y acumula un capital humano con una visión absolutamente instrumental de la educación. Ese modelo no me gusta.

Cuando iba a ser rector de la Universidad de los Andes leí dos tipos de libros: unos enfatizaban la universidad como plataforma; los otros, muy centrados en la educación liberal, decían todo lo contrario: que la universidad tiene que volver a sus raíces, y ser escenario de la democracia deliberativa, si se quiere. Yo creo que vamos a hacer las dos cosas y tendríamos que hacer las dos cosas.

L.S.V.: ¿Y qué es la educación a prueba de robots? A.G.: La inteligencia artificial está cambiando los mercados de trabajo y está haciendo que muchas profesiones cambien de manera definitiva. Creo que ese tipo de cambios también se van a acelerar y van a implicar una transformación de fondo en lo que se enseña en las universidades, en el tipo de programas, también en la duración de los programas.

Este tema tiene que ver mucho con el tipo de competencias que uno quiere empezar a crear en las universidades. A mí me gusta decir que cuando yo estudié ingeniería, y aprendí lenguaje de programación, ese conocimiento me duró 20 años. Hoy en día, ese conocimiento va a durar mucho menos. Esa capacidad de aprender, esa flexibilidad, lo que hoy llaman habilidades blandas, va a ser muy importante. Y eso va a implicar una transformación a fondo de la forma como enseñamos.

Las nuevas teorías del aprendizaje han mostrado, una y otra vez, que el aprendizaje que no se hace en la práctica, en el fondo se va muy rápidamente. Vamos a tener que empezar a enseñar más por proyectos. Las universidades probablemente van a tener pocas entradas y muchas salidas. Tenemos una especie de contradicción también, y es que los temas regulatorios en Colombia, en particular lo que llaman los registros calificados, no parecen permitir esa flexibilidad que se necesita en este momento actual, que tenemos que ir adaptándonos. Y esto, casi que sobra decirlo, implica también un proceso de ensayo y error, de ir aprendiendo.

Sea lo que sea, las universidades se tienen que conectar más con el mundo. Los programas de las universidades han sido históricamente muy ofertistas, han respondido más a lo que saben los profesores, que a lo que demanda la sociedad. Y eso es particularmente cierto en posgrado.

Las universidad es, recordando una frase que leí alguna vez, una especie de convento donde quienes no se adaptan muy bien al mundo, han ido a esconderse. Y ahora tenemos que reconectarnos con buena parte de la realidad. Eso es cierto, no solamente para la docencia, sino también para la investigación, que tiene que también conectarse más con las demandas de la sociedad.

L.S.V.: Tocaría cambiar los incentivos actuales para los profesores, que es ser publicados en revistas indexadas internacionalmente. A.G.: Es una tensión permanente en las universidades. Esa búsqueda de la pertinencia, esto es, de pertenecer a este caso a Colombia, con la necesidad que tienen los investigadores de insertarse en comunidades globales. Yo creo que es un tema de equilibrio.

L.S.V.: Dados todos estos cambios, ¿cómo va a cambiar la experiencia de ir a una universidad en diez años? A.G.: No soy capaz de imaginarme en diez años. En tres o cuatro, imagino que va a haber una oferta de cursos virtuales, los cursos más generales; va a haber otra oferta de cursos presenciales; va a haber un conjunto de actividades más importantes en el campus.

Los profesores van a tener que jugar un papel de consejeros permanentes: vamos a tener muchas más conversaciones, si se quiere uno a uno entre profesores y estudiantes. Los estudiantes van a llegar con preguntas, va a haber inquietudes. Eso que llaman ahora Reverse Learning va a ser cada vez más fuerte. Vamos a tener una actividad cultural tal vez mucho más fuerte, que atraiga a los estudiantes y a toda la comunidad al campus.

Yo creo, por ejemplo, cuando miramos este tema en particular en la Universidad de los Andes, que las inversiones en infraestructura de la próxima década van a ser mucho menores de las que se hicieron en las dos décadas previas.

Pero hay una especie de paradoja en este momento, y es que todo el mundo está diciendo que la virtualidad es el futuro pero los estudiantes se están quejando permanentemente de que sin la presencialidad, la experiencia universitaria es incompleta.

La carga de la prueba ahora está en las universidades en decir por qué necesitamos, en todo caso, educación presencial. Y yo me anticipo un poquito diciendo: porque hay ciertas cosas donde es importante lo presencial, no solamente los laboratorios, sino toda esa educación en la práctica. Y segundo, porque tampoco podemos caer en una visión completamente instrumental de la educación.

Ese otro ideal de la educación liberal que es educar ciudadanos, educar personas para la democracia, educar personas con criterio propio, educar personas íntegras, incentivar lo que uno podría llamar las virtudes republicanas del respeto y la tolerancia, eso tiene que seguir siendo una aspiración de muchas universidades.

Las universidades no se pueden volver simplemente plataformas, pero vamos a tener una discusión muy grande sobre qué es lo que hacen y qué es lo que no hacen las universidades.

L.S.V.: ¿Cómo impactarán estos cambios en la U la educación secundaria? A.G.: Creo que tenemos que meter aquí una variable coyuntural, una preocupación que yo tengo y quiero traer a cuento: el covid está teniendo un impacto muy grande en la educación secundaria en nuestro país. Está ampliando las brechas de una manera impresionante. Las oportunidades se están concentrando de una manera que no ocurría en Colombia desde hace 30 o 40 años. Y yo creo que esa nueva realidad socioeconómica que vamos a tener que enfrentar en los próximos años le impone también retos a las universidades.

Nosotros vamos a tener que tratar de remediar parte de las brechas que se están abriendo. Hay muchos estudiantes que no están aprendiendo, que no están tomando su clase a distancia, que van a llegar a las universidades con mucha menor preparación que con la que estaban llegando los estudiantes que entraron en los años previos. Eso va a impactar a todo el sector de la educación superior, y es un asunto coyuntural que me preocupa.

Este tema de la brecha digital va a ser una discusión fundamental que tenemos que dar todos, no solamente las universidades, sino también la sociedad civil y los medios de comunicación. Es un aspecto muy importante, porque una universidad como Los Andes aspira a ser un factor de movilidad social también. Si simplemente nos contentamos con traer a los mejores estudiantes y seguir ampliando la brecha, pues algo se va a perder de lo que queremos hacer y de nuestro papel en la sociedad.

Ahora, sobre tu pregunta yo creo que los colegios -sobre todo de élite- ya están interiorizando que muchos de los estudiantes no solamente van a tener en cuenta a las universidades colombianas, sino también las de afuera. No tengo estadísticas, pero yo creo que ha habido una transformación en los últimos diez años en Colombia muy grande, que se va a seguir consolidando, y es el número de estudiantes que considera, al menos, hacer su pregrado por fuera.

L.S.V.: ¿Qué implicaciones tiene esto? A.G.: Eso tiene un montón de consideraciones económicas. Pero otra cosa que no he dicho, y que también es fundamental en lo que va a pasar, y que va a ser un aspecto positivo, es que los costos de la educación superior como resultado de este proceso probablemente van a bajar. Tienen que bajar. Uno de los problemas de la educación superior, y esto tiene algo de autocrítica, es que los últimos 20 años se volvió muy, muy cara. Y eso pasó en los Andes, y pasó en muchas universidades similares. Las matrículas, en términos reales, se multiplicaron por dos, en algunos casos por tres. Esta mayor competencia nos va a llevar a que ya no vayan a existir aumentos reales en los costos de las matrículas. Eso va a ser bueno para todo el mundo.

L.S.V.: ¿Pero dónde se van a reducir los costos? Porque las universidades no tienen ánimo de lucro. A.G.: Cuando uno mira en los Andes se da cuenta que hay posibilidades de ser más eficientes en muchas dimensiones. Podemos hacerlo mejor. En parte, las universidades fueron creando una especie de estados de bienestar al interior, y creo que hay que tener esa conversación entre todos. La educación de calidad cuesta. Es verdad.

Pero no puede ser, pensemos en el caso de los Estados Unidos, que un semestre en una universidad en el noreste de Estados Unidos cuesta 30 o 35 mil dólares. En Europa no pasa así, y eso muestra una inflación de costos. Eso nos tiene que llevar a todos a una introspección y a tener conciencia plena de, por ejemplo, los modelos que teníamos de matrículas muy caras para hacer edificios muy bonitos, que eran en el fondo monumentos de nosotros mismos. Ese modelo se está agotando.

L.S.V.: Usted dice que es optimista sobre el futuro de las universidades. ¿Por qué? A.G.: Tres cosas me hacen optimista sobre el futuro. La primera, hablar con los estudiantes, y un poco entender sus ideas y su visión del mundo.

La segunda, que una conclusión que uno puede sacar de la pandemia, del cambio climático, de lo que está ocurriendo en las democracias de buena parte del mundo, es que el conocimiento importa, que las ideas tienen un papel que cumplir. Que de alguna manera no podemos dejarle las decisiones cruciales de nuestras sociedades, en un momento ominoso e inquietante, a los demagogos que nos gobiernan. Creo que ahí la universidad tiene que jugar un papel, y que tarde o temprano nuestro papel será más relevante del que ha sido históricamente. Lo otro es que si la economía colombiana va a cambiar, ya hablando un poco de nuestro país, es porque vamos a tener una transformación productiva donde ya no va a ser el petróleo ni el carbón la forma de insertarnos en la economía global, sino que van a ser temas más asociados al conocimiento.

En esa transformación, que tendrá que ocurrir en esta próxima década, las universidades tienen que jugar un papel. Porque ya no son las materias primas lo que va a importar, va a ser una forma de presentar nuestra realidad. * Nota: Formo parte del Consejo Superior de la Universidad de los Andes.



Tomado de: https://lasillavacia.com/muchas-universidades-van-empezar-concebirse-si-mismas-como-plataformas-78813

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